Las murallas en el continente americano y en el Ecuador tienen un largo historial. Los poderosos muros prehispánicos, fortalezas, pucarás suelen estar rodeados de una muralla pétrea con portal de acceso. La arquitectura defensiva, como fortines y baluartes en el Caribe: Santo Domingo, Cartagena de Indias o Veracruz “están a la vez condicionados por el carácter envolvente de las fortificaciones.

El centro de la conventual ciudad de Quito se caracteriza en parte por grandes muros que confinan sus conventos. Un ejemplo de ello ocurre en el costado occidental del convento de San Francisco. Esos claustros conventuales, de los más notables de Sudamérica del siglo XVI, son la interpretación americana de los cenobios benedictinos medievales europeos. Las murallas ciegas de San Agustín, la Merced o La Compañía expresan la necesidad de reclusión de los curas y monjes de los conventos.

Hoy, en el borde de Quito, se vuelve cada vez más evidente el re amurallamiento de la ciudad. Este fenómeno ocurre en los desarrollos inmobiliarios cuya construcción se inicia a través de extendidos muros perimetrales que rodean al conjunto. Ese muro infranqueable niega a la ciudad. Es un ejercicio de confinamiento que repele todo aquello que suceda extramuros. Las causales son múltiples, yendo desde las realidades sociales, la psicología de masas relativas a la percepción de peligro, las normativas urbanas que lo permiten. Sin embargo, uno de los motores principales de esta práctica es El Miedo. Miedo al extraño que representa una amenaza contra los míos, el miedo a quedar expuesto a lo que pudiera pasar a nuestro alrededor. El muro es la simple materialización del miedo.
La arquitectura moderna, desarrollada hace un siglo, proponía una serie de principios como la circulación libre (promenade architecturale), la transparencia y apertura hacia el paisaje. Ejemplo de ello, los edificios de Le Corbusier que permitían un flujo libre debajo de los mismos mediante pilotis, es decir, un juego de columnas que desprendían al edificio de la tierra. Otro principio motivador de la arquitectura moderna era el optimismo que irradiaba la modernidad, elevando un espíritu de libertad, confianza en el futuro, la eliminación de las barreras físicas, el higienismo manifiesto en la apertura de los espacios hacia el exterior para promover la renovación de aire fresco y la insolación controlada, el goce estético y la alegría de vivir (joie de vivre).Esos principios han muerto. El gran motivador de la arquitectura hoy es el Miedo. Es decir, aquellos muros ciegos que nos alejan del vecino y de la ciudad son la reacción ante la sensación de desconfianza en la que vivimos. ¿Hay algo que pueda detener ese camino que parece ir en contra de la modernidad? Si llegamos a aceptar que el Miedo nos arropa ¿Conviene a los arquitectos pensar en cómo debería ser la Arquitectura del Miedo?

Referencias:

-Gutierrez, Ramón (1983). Arquitectura y Urbanismo en Iberoamérica. Manuales Arte Catedra. Ediciones Cátedra: Madrid, pp:635.

Imagenes:


Fotografía 1: Muralla Convento de San Francisco, Quito, 2024. Foto: Mauricio Luzuriaga
Fotografía 2: Sacsayhuaman-Cuzco, Perú, 2006. Foto: Mauricio Luzuriaga Muros norte de Ingapica, Cañar, 2019.
Fotografía 3, 4 y 5: Muros anónimos en barrios suburbanos de Quito, 2024. Fotos: Mauricio Luzuriaga, 2024.
Fotografía 6: Muros norte de Ingapica, Cañar, 2019.Foto: Mauricio Luzuriaga
Fotografía 7: Alcázar de Colón, Santo Domingo, República Dominicana, 2013.Foto: Mauricio Luzuriaga.

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